domingo, 18 de agosto de 2013

La Fabrique des mots, La fábrica de las palabras de Erik Orsenna, académico Francés , Editorial Stock en francés. Recomendado por Ana María LLopis. Y si ella lo recomienda es porque, seguro, es una delicia de libro. ¿Creen ustedes que puede existir el amor sin las palabras de amor?



El libro bellamente escrito y contado es una delicia,  no he podido resistir la tentación de compartirlo porque es fantástico y como dice su portada una canción dulce, se trata de la defensa de las palabras, comienza de una manera sugerente en una isla cualquiera como Madagascar  o Jamaica, donde su Presidente a quien un día le entra la locura de que hay que legislar el número de palabras que se pueden usar, porque ya está harto de oír a tantos parlanchines, decide poner fin al mundo prolijo de las palabras. Y empieza por quemar los libros en general y los diccionarios en particular, los diccionarios que son los que cuentan la vida de las  palabras, las palabras que son los ladrillos de nuestro lenguaje y los ladrillos de nuestros sueños... las palabras puede que sean nuestros mejores amigos. .. tienen árbol genealógico unas descienden de otras.

El lenguaje es una gran bestia viva, quien lo habla está unido a él como formando un mismo tejido, los hombres crean las palabras que a su vez crean a los hombres. Porque las palabras tienen vida, las palabras se trasforman, aman y viven. El número de palabras permitidas en esta horrible, frustrante y corta lista después del decreto es tan sólo de doce palabras: nacer, comer beber, orinar, defecar, dormir, divorciar, casarse, trabajar, envejecer, morir y aclamar, sí sí claro como se le podría olvidar al mandamás aclamar.


Pero a este sinsentido a esta locura ofrece resistencia una maestra, la bella Mlle Laurencin, quien anima a sus pupilos a rebelarse contra este decreto y se propone declarar y hacer la guerra para salvar a las palabras hasta conseguirlo. Hay un capítulo sobre el duelo de las lenguas muertas que es magnífico dos gemelas Margarite y Colette que compiten entre sí, una habla palabras que tienen sólo raíces latinas y otra sólo palabras con raíces griegas, además es muy instructivo.

La maestra maravillosa que les hace florecer con las palabras y entender su significado real en la humanidad, les dice que también pueden inventarse las palabras, que las pueden crear, que pueden innovar con ellas dándole otros usos. Y les trasmite su enfermedad, les inocula  su virus  a todos ellos por osmosis, les contagia su pasión de arquitecto de las palabras, “la fábrica de las palabras” que no es una fábrica seria, ni con obreros, ni con maquinaria de alta precisión, es en cambio una mina de oro, donde todo es una fiesta y un alegre desorden, donde se aprende del origen de las palabras, de los archivos que las preservan, de los celos de los sinónimos entre otras cosas  y además lo más importante que las palabras son elegidas como los hombres políticos, sí porque elegimos cada día qué palabras utilizar y les damos o le quitamos el uso nosotros mismos. Las ilustraciones son bellísimas de Camille Chevrillon, sobre todo el mapa de la ternura, y nos pregunta al final Orsenna a través de Laurencin ¿Creen ustedes que puede existir el amor sin las palabras de amor? 

Recomendación de Ana María LLopis

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