sábado, 9 de agosto de 2014

¿Conocéis el sashiko? Estamos fascinados por la belleza de estos bordados tradicionales japoneses.

  

En la cultura japonesa el arte tiene un gran sentido introspectivo y de interrelación entre el hombre y la naturaleza, representada igualmente en los objetos que la envuelven, desde el más ornado y enfático hasta el más simple y cotidiano. Para los japoneses, la paz y la armonía están asociados a la calidez y la comodidad, cualidades a su vez que son fiel reflejo de su concepto de la belleza. Incluso a la hora de comer, no importa la cantidad de alimentos o su presentación, sino la percepción sensorial de la comida. 




De igual manera  los artistas y artesanos japoneses tienen un elevado grado de vinculación con su obra, sintiendo los materiales como parte esencial de su vida y de su comunicación con el ambiente que les rodea. Como dijo Suzuki Deisetsu “la belleza no está en la forma exterior, sino en el significado que expresa”. La belleza es una categoría ontológica, que remite a la existencia consiste en alcanzar el sentido con el todo, un camino sensorial que lleva a la realización de la obra, que no tiene finalidad en si, sino que va más allá”


El sashiko se originó en el Japón rural en el siglo XVIII cuando las mujeres cosían las prendas para la familia. La costura fue diseñada originalmente para fortalecer la tela,añadir parches o acolchar juntas varias capas de tela para hacerla más resistente. 



Debido a que era lento y difícil hacer telas y prendas de vestir, se desarrollaron diversas formas de reciclar telas y extender la vida de la ropa.  Cuando el kimono de los días festivos mostraba signos de desgaste pasaba a ser usado a diario, más tarde se utilizaba como ropa para dormir y después se aprovechaba la tela para hacer un delantal o una bolsa. Cuando las telas ya estaban muy gastadas,  se cosían juntas para hacer trapos para limpiar. 
Otra manera de extender la vida de una prenda era remendarla utilizando parches (cosidos con la técnica de sashiko), preservando así una chaqueta muy gastada o una prenda a la que se tuviera un especial apego.  Los calcetines también se reforzaban en su parte inferior con sashiko.

Cuando la tela de algodón, más suave y más fácil de coser que la tradicional de cáñamo, fue accesible para los campesinos, comenzaron a confeccionar la ropa de invierno uniendo varias capas de tela con patrones sashiko y los diseños se fueron haciendo más complejos. Los diseños geométricos, que en principio eran puramente funcionales, empezaron a valorarse por la belleza de sus diseños. 

Ya en el siglo XIX el sashiko dejó de ser exclusivamente utilitario y comenzó a ser utilizado con fines decorativos para hacer tapices, centros de mesa, bolsos…

También ha evolucionado en su ejecución y actualmente no sólo se realiza con hilo blanco sobre telas en color índigo, como era tradicional, sino también sobre tela blanca y con hilos de colores.

Una manera muy interesante de reciclar ¿Verdad?


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