Los
cuentos de Navidad pueden tener lugar en cualquier época del año pero la noche
de Reyes de 2007 a Lucía Ruiz de Aguirre le regalaron una máquina de coser. Con
aquel presente esta gallega, que dirigía junto a su marido su estudio de
arquitectura, empezó a dar las puntadas de una ocupación distinta y necesaria.
Dejó de pensar edificios y empezó a pensar ropa y complementos. Y se
preguntó si sería posible convertir la afición infantil de hacer vestidos para
sus muñecas en un trabajo. Lucía fracasó en su primer intento, pero decidió
seguir indagando en qué oportunidades podrían esconderse entre alfileres.
Primero abrió Cómo Molo,
“un proyecto basado en el Do It Yourself en el que me dedico a enseñar a los
demás a coser, a tejer y a ver la vida con otro color”. Empezó a ir bien así
que Lucía siguió haciéndose preguntas y hace menos de un año lanzó MöU, “una micro firma de
bolsos y complementos gracias a la cual he podido volver a diseñar y a crear
con las manos”.
Galicia, y concretamente
Victoria Castro también inventó un personaje para dar salida a sus inquietudes creativas. Tras dos décadas trabajando en el mundo de la comunicación y como asesora política relata que “al principio no me di cuenta, pero lo que ocurrió es que comencé a desenamorarme de mi profesión hasta que un día me sentí una auténtica extraña ejerciendo. Me di cuenta de que lo que hacía no tenía nada que ver con lo que era yo, con mis sueños ni con mis ilusiones. Creo que la vida es para tener muchas vidas dentro de ella y sentí que la mía como periodista se había acabado. Además acompañé a mi padre durante el largo proceso de enfermedad al que se enfrentó antes de morir y allí, en el hospital, empecé a dibujar muñequitas en un cuaderno en las que vaciaba todos mis miedos y mi ansiedad por los momentos que estaba viviendo”. Así nació La hija de la bailarina rusa, una marca de librería, papelería y estampación en textil que ha conseguido autofinanciarse con la lógica de los sueños, la imaginación y la poesía.
También con sueños, imaginación, poesía, prosa, música y sobre todo amor al papel acicaló María Rubio su cambio de vida. Tras casi tres lustros como profesora universitaria, un día pensó que una ciudad de libros como Salamanca necesitaba un espacio dedicado a la belleza que hay en el papel y se inventó Atentamente Papelería-Atelier. “Queremos ser una papelería emocional”, cuenta María, mientras reflexiona sobre un proyecto que nació “de la necesidad absoluta de rodearme de cosas bonitas". Y también para apagar el rastro triste y feo con que la crisis ha incendiado a muchas personas y que, en su caso, se ha sofocado encontrando papeles que se convierten en flores, chucherías de arte o joyas de papel para adornar solapas o melenas.
La
fulminante metamorfosis profesional de Ana Catoira, creadora de Rap & Sisters,
podría ser un cuento escrito en apenas un pedazo de papel. “Coser siempre había
sido mi pasión, así que al día siguiente de quedarme sin trabajo como
delineante ya estaba buscando proveedores de tejidos y talleres. Esto fue en
junio y en octubre tenía lista mi primera colección de camisas a la venta. Ese
mismo año una tienda confió en mi para su campaña de Navidad y ahora tengo
puntos de venta en varias ciudades españolas y en mi web”. Ana resume así sus
comienzos mientras agradece la red personal de apoyo y ánimo con la que tuvo la
suerte de contar para construir una marca en apenas un año y el aprendizaje que
ha supuesto: “Las personas de mi entorno creyeron en mí, también Nely, de la
primera tienda de moda que me compró, sin eso hubiera sido imposible salir
adelante. Ya no me planteo el futuro, vivo cada día al máximo, hago las cosas
poco a poco y estoy orgullosa, es un gran logro haber llegado hasta aquí en
apenas 12 meses”.
El primer año de Virginia Abascal fue muy similar: dejó su puesto en
A
Laura Martínez también le dijeron que se le daban bien las ciencias así que acabó
Químicas. Durante años buscó la estabilidad trabajando “de lo suyo” a pesar
sentir cierta insatisfacción de oficina que, a menudo, asociaba a los vaivenes
laborales. Cuenta que en su colegio nunca cursó asignaturas de labores pero
recuerda pasar los veranos en el pueblo “ayudando a mi madre y a mi abuela a
tejer y bordar”. Llegaron la facultad, los laboratorios, los contratos
precarios durante años y la rutina. “Notaba que me faltaba algo, no sabía qué
era pero necesitaba hacer cosas bonitas. Así que mi madre me animó a tejer y
vimos que se me daba muy bien. Empecé a vender muy poquito, en tiendas
conocidas y casi por encargo. Así nació Tormenta Knit y
ahora me dedico a tejer, que es lo que me gusta. El proceso ha sido liberador y
enriquecedor y no solo en lo laboral. Una de las mejores cosas del cambio ha
sido la relación nueva e increíble que hemos construido mi madre y yo gracias
al punto”.
María
Vallier también empezó tejiendo. “Los dos últimos años en el estudio en el que
trabajaba como aparejadora fueron muy duros anímicamente, el ambiente era
complicado, la crisis comenzaba a ser algo tangible y la situación era tensa.
Durante esos dos años empecé a interesarme más por el mundo del arts and
crafts, a leer blogs que hablaban de la vida slow, de hacer las cosas despacio
y con cariño y en ese momento mi vida no tenía nada que ver con todo eso que
leía. En esos años comencé a hacer piezas de punto que regalaba a amigos y
familiares y que incluso en algunos casos me compraban y así comenzó todo”.
María le ha puesto humor y personalidad a su vida desde Esto no es Ascot,
“al principio mi entorno me miraba raro, como pensando que era un hobby, un
capricho pasajero del que me cansaría y que en algún momento me pondría a
buscar un trabajo 'de verdad'. Me costó hacerles entender que iba en serio y
que pretendía ganarme la vida con ese "hobby" pero ahora ya es real y
acabo de presentar mi tercera colección de ropa y complementos”.
Cultivar
aficiones sin más propósito que la pasión también fue la llave con la que
Lourdes Erra abrió la puerta de su nueva carrera profesional. Acostumbrada
durante dos décadas al ritmo frenético de la publicidad internacional cuenta
que a medida que pasaba el tiempo el día a día se hacía cada vez más duro. “No
había horarios, todo era absolutamente absorbente. No había espacio para nada
más y perdí la pasión. Empecé a valorar un cambio de vida. Llevaba
años acumulando muebles y objetos antiguos sin ningún objetivo claro. Cuando
conseguí ser madre y sentí que era el momento de darle sentido a toda esa
acumulación” o, lo que es lo mismo, a hacer deVadevintage su
proyecto a medida para esta etapa.
La tradición dice que cada vez que arranca un año se hace repaso y se pide un deseo. Estas historias femeninas enseñan que pararse a pensar qué significaba " lo bonito" para ellas resultó ser el deseo que durante años no se habían permitido pedir.
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