martes, 13 de mayo de 2014

El té en Japón. La ceremonia del té “cha-no-yu” capta todos los elementos esenciales de la belleza artística y de la filosofía japonesa y combina cuatro ideas básicas: la armonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad


Los japoneses nunca aceptaron por completo la leyenda del descubrimiento del té por el emperador Sen Nong. Para ellos los secretos del té fueron traídos en el año 520 desde la India a China por Bodhidharma (o Daurama, como se le conoce en Japón

Se dice que al llegar a Cantón le ofrecieron a Bodhidarma una celda en un templo de las montañas, cerca de la capital del emperador chino Liang Wu Ti. Bodhidharma hizo votos de permanecer nueve años despierto y meditando; sin embargo, pocos años después el sueño le rindió. Al despertar, disgustado por su debilidad, se arrancó los parpados y furioso, los arrojó al suelo. Muy pronto en el lugar donde habían caído los ensangrentados párpados nació una planta, como testimonio tanto de la debilidad como del sacrificio de Bodhidharma. Por ello, los monjes Zen recomiendan masticar las hojas en forma de párpado de dicha planta, a fin de mantenerse alerta durante la meditación.


En la historia de Japón consta que en el año 729 dC, el emperador Shomu sirvió té a cien monjes budistas en su palacio. Puesto que entonces no se cultivaba té en Japón, las hojas debían proceder de China. Se cree que las primeras semillas para cultivo las llevó Dengyo Daishi, un monje que estuvo estudiando en China y que a su vuelta las plantó en las tierras del monasterio. Cinco años después, sirvió una infusión elaborada con té de sus primeras plantaciones al emperador Saga, a quien, al parecer, le gustó tanto que ordenó que se cultivase té en cinco provincias cercanas a la capital. Entre finales del siglo IX y el siglo XI, las relaciones entre China y Japón se deterioraron, con lo que el té dejó de ser apreciado y consumido en la Corte por tratarse de un producto chino. A principios del siglo XII, la situación entre las dos naciones mejoró y un monje japonés llamado Eisai fue e el primero en visitar China. De vuelta trajo consigo más semillas de té y la Nueva costumbre china de beber té verde en polvo. Asimismo, había comprendido las enseñanzas de la secta Rinzai del budismo Zen. El consumo del té y las creencias budistas fueron evolucionando de manera paralela y, mientras los rituales asociados con el té en la antigua China desaparecieron, los japoneses desarrollaron una ceremonia compleja y única. Todavía hoy en día la ceremonia japonesa del té, Cha-no-yu, implica un modelo definido de comportamiento diseñado para crear un silencioso interludio durante el cual el anfitrión y los huéspedes tratan de revitalizarse espiritualmente y alcanzar la armonía con el universo. En 1906, Okakuro Kakuzo escribió en su Libro del Té que el "teísmo es un culto basado en la adoración de lo bello entre los hechos sórdidos de la existencia cotidiana. Inculca la pureza y la armonía, el misterio de la caridad mutua, el romanticismo del orden social".


La ceremonia del té capta todos los elementos esenciales de la belleza artística y de la filosofía japonesa y combina cuatro ideas básicas: la armonía (con las personas y con la naturaleza), el respeto (por los demás), la pureza (de corazón y espíritu) y la tranquilidad. Tal como escribió Kakuzo, "el té es más que una idealización de la manera de beber: es una religión del arte de vivir". Hay más de una veintena de ceremonias de té distintas. Según la época del año, el motivo y los invitados, suelen realizarse dentro de un cuarto de madera, bambú u otros materiales (hay más de 15 estilos distintos)  La ceremonia, que puede durar hasta cuatro horas, se suele celebrar en casa, en una habitación especial destinada a tal efecto, o en lo que se conoce como una casa del té.



En Japón, la ceremonia de té es un arte y al mismo tiempo un ritual y como tal, quienes la practican dedican su estudio como disciplina estética en tres aspectos: entrenamiento de la mente, aprendizaje y especialización con la práctica diaria. Hay dos maneras de referirse a la ceremonia del té en japonés: cha-no-yu, que literalmente significa “agua caliente para té”; o cha-do,“el camino o vía del té”. Ambos términos se refieren a preparar, en un tazón de cerámica, té en agua caliente pero sólo como origen y fin último de la ceremonia.

Para llegar a ese fin, el maestro y el aprendiz tienen que recorrer el camino de todo un universo de lenguajes que envuelven la preparación de un tazón de té para ofrecerlo a cada uno de sus invitados. Son cerca de 3000 los términos que deben dominarse a lo largo de su estudio. La ceremonia es un ritual de “lenguajes”, en plural, porque entran en comunión un lenguaje estético, uno artístico, uno filosófico, uno moral y social, uno histórico, uno religioso, uno arquitectónico, uno de utensilios, uno cósmico y de la naturaleza, uno culinario y sobre todo uno poético y literario.

La ceremonia de té también es la representación de una danza, imperceptible para un no conocedor, donde anfitrión e invitados participan. El invitado, al llegar a la cita, deja sus zapatos y pertenencias para calzar unas ligeras sandalias tejidas con paja de trigo o arroz. Registra su nombre con un pincel en un cuaderno e irá a un cuarto de espera.



En ese cuarto se reúnen todos los invitados, uno por uno se arrodillarán ante la caligrafía de un poema clásico o una pintura que el anfitrión ha colocado para la ocasión. Después, en círculo, beberán en una pequeña taza de porcelana de estilo chino un té de aromas floral (a veces es solo agua) frío o caliente (según la estación del año) que limpiará su paladar… y mucho más!!









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