sábado, 25 de enero de 2014

Dentro de las casas (marcas) de lujo internacionales y en el terreno del diseño y la moda, la “tendencia” es destacar el trabajo hecho a mano y las habilidades artesanales del producto final. ¡Ya tocaba! En “Tomates en el balcón” confiamos que no se quede en un patrón de comportamiento durante un período, sino que se haga permanente en el tiempo.

 
Willian Morris. Ilustración de Vicent Mostache

Leemos: “LVMH abren sus talleres artesanos una vez al  año para enseñar al público sus técnicas”, “Hermés organiza viajes en todo el mundo para mostrar sus técnicas artesanales”. Chanel, Folkdays o Lydali en sus Webs, destacan la excelencia de su artesanía y de sus artesanos poniéndoles nombre propio. Y es que más que un movimiento el “Arts & Crafts” se ha vuelto una necesidad como valor añadido para el  producto. Está bien reconocer el valor de un trabajo bien hecho ¿Verdad?

Fotografía prestada de http://www.alternativa-verde.com/


Hoy en “Tomates en el balcón” queremos hacer una reflexión que va más allá del reconocimiento a un trabajo artesanal:

Los hombres (trabajadores) orgullosos con el desarrollo de su trabajo e involucrados en cada etapa de la fabricación de un objeto, aplicando sus conocimientos técnicos o artesanales y fomentando el aprendizaje  de otros, son personas realizadas y libres (libres, en el sentido que afirma Erich Fromm en su libro “El Miedo a la libertad”), que es a lo que tiene y debe aspirar todo individuo.

Como decían  Willian Morris y John Ruskin, allá por el 1888 en sus tratados sobre “Arts &Crafts”, “el arte es la expresión de la alegría humana que deriva de su obra”. Los gobiernos están obligados (ya que representan la voluntad del individuo) a proporcionar y garantizar las herramientas necesarias para que esto sea así (muy recomendable, en este sentido, el libro “La Modernidad Líquida” de Zygmunt Bauman).

Más de un siglo nos separan de las ideas de estos dos grandes intelectuales: Willian Morris (Artista y Empresario) y John Ruskin (Escritor y Poeta), pero hoy más que nunca recuperan su riqueza significativa.

No utilizaban los términos “responsabilidad social” o “desarrollo sostenible” pero en defensa de lo artesano frente a la comercialización del producto sin valor añadido nos hablaban de “lógicas sociales” y “calidad ambiental”.

 En “Tomates en el balcón” pensamos que la rehabilitación de la artesanía y la conservación de las técnicas tradicionales (bordados, tintes naturales, tejido de telares…) junto con la investigación e innovación deben ser las pautas a seguir en la industria textil. Pero no nos engañemos, el individuo tiene que ser maduro y entender que todo tiene un precio (o un valor, que es como nos gusta llamarlo).

Se puede afirmar que los que inventan o crean algo tienen derecho a la protección legal de sus derechos de propiedad intelectual. Los individuos y empresas  que invierten su tiempo y dinero en el desarrollo de productos y en la conservación de técnicas artesanas esperan de nosotros, como sociedad, una protección adecuada. Hay que tener en cuenta que la investigación para la innovación, en definitiva, es factor clave de creación de empleo y esencial para la economía, que con el comercio de productos falsificados no se ayuda a la industria textil y que, además, esconde otros peligros como daños a la salud y contribución a otros problemas ecológicos (tintes tóxicos, uso ilícito de sustancias químicas, etc.) y de naturaleza ética. 

 “Mira más allá” nos dicen en una campaña mundial de sensibilización sobre el tráfico de productos falsificados de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)



Tenemos recursos para avanzar dentro de la Industria Textil, estrategias como el Plan de Acción sobre Eco innovación http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=CELEX:52011DC0899:ES:NOT  y Horizonte 2020 http://ec.europa.eu/programmes/horizon2020/en y obligación de hacerlo en la dirección adecuada.


Susana Pérez Diez


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