Los
japoneses nunca aceptaron por completo la leyenda del descubrimiento del té por
el emperador Sen Nong. Para ellos los secretos del té fueron traídos en el año
520 desde la India
a China por Bodhidharma (o Daurama, como se le conoce en Japón
Se
dice que al llegar a Cantón le ofrecieron a Bodhidarma una celda en un templo
de las montañas, cerca de la capital del emperador chino Liang Wu Ti.
Bodhidharma hizo votos de permanecer nueve años despierto y meditando; sin
embargo, pocos años después el sueño le rindió. Al despertar, disgustado por su
debilidad, se arrancó los parpados y furioso, los arrojó al suelo. Muy pronto
en el lugar donde habían caído los ensangrentados párpados nació una planta,
como testimonio tanto de la debilidad como del sacrificio de Bodhidharma. Por
ello, los monjes Zen recomiendan masticar las hojas en forma de párpado de
dicha planta, a fin de mantenerse alerta durante la meditación.
En
la historia de Japón consta que en el año 729 dC, el emperador Shomu sirvió té
a cien monjes budistas en su palacio. Puesto que entonces no se cultivaba té en
Japón, las hojas debían proceder de China. Se cree que las primeras semillas
para cultivo las llevó Dengyo Daishi, un monje que estuvo estudiando en China y
que a su vuelta las plantó en las tierras del monasterio. Cinco años después,
sirvió una infusión elaborada con té de sus primeras plantaciones al emperador
Saga, a quien, al parecer, le gustó tanto que ordenó que se cultivase té en
cinco provincias cercanas a la capital. Entre finales del siglo IX y el siglo
XI, las relaciones entre China y Japón se deterioraron, con lo que el té dejó
de ser apreciado y consumido en la
Corte por tratarse de un producto chino. A principios del
siglo XII, la situación entre las dos naciones mejoró y un monje japonés
llamado Eisai fue e el primero en visitar China. De vuelta trajo consigo más
semillas de té y la Nueva
costumbre china de beber té verde en polvo. Asimismo, había comprendido las
enseñanzas de la secta Rinzai del budismo Zen. El consumo del té y las
creencias budistas fueron evolucionando de manera paralela y, mientras los
rituales asociados con el té en la antigua China desaparecieron, los japoneses
desarrollaron una ceremonia compleja y única. Todavía hoy en día la ceremonia
japonesa del té, Cha-no-yu, implica un modelo definido de comportamiento
diseñado para crear un silencioso interludio durante el cual el anfitrión y los
huéspedes tratan de revitalizarse espiritualmente y alcanzar la armonía con el
universo. En 1906, Okakuro Kakuzo escribió en su Libro del Té que el
"teísmo es un culto basado en la adoración de lo bello entre los hechos
sórdidos de la existencia cotidiana. Inculca la pureza y la armonía, el
misterio de la caridad mutua, el romanticismo del orden social".
La
ceremonia del té capta todos los elementos esenciales de la belleza artística y
de la filosofía japonesa y combina cuatro ideas básicas: la armonía (con las
personas y con la naturaleza), el respeto (por los demás), la pureza (de
corazón y espíritu) y la tranquilidad. Tal como escribió Kakuzo, "el té es
más que una idealización de la manera de beber: es una religión del arte de
vivir". Hay más de una veintena de ceremonias de té distintas. Según la
época del año, el motivo y los invitados, suelen realizarse dentro de un cuarto
de madera, bambú u otros materiales (hay más de 15 estilos distintos) La ceremonia, que puede durar hasta cuatro
horas, se suele celebrar en casa, en una habitación especial destinada a tal
efecto, o en lo que se conoce como una casa del té.
En
Japón, la ceremonia de té es un arte y al mismo tiempo un ritual y como tal,
quienes la practican dedican su estudio como disciplina estética en tres
aspectos: entrenamiento de la mente, aprendizaje y especialización con la
práctica diaria. Hay dos maneras de referirse a la ceremonia del té en japonés: cha-no-yu, que literalmente significa
“agua caliente para té”; o cha-do,“el
camino o vía del té”. Ambos términos se refieren a preparar, en un tazón de
cerámica, té en agua caliente pero sólo como origen y fin último de la
ceremonia.
Para
llegar a ese fin, el maestro y el aprendiz tienen que recorrer el camino de
todo un universo de lenguajes que envuelven la preparación de un tazón de té
para ofrecerlo a cada uno de sus invitados. Son cerca de 3000 los términos que
deben dominarse a lo largo de su estudio. La ceremonia es un ritual de
“lenguajes”, en plural, porque entran en comunión un lenguaje estético, uno
artístico, uno filosófico, uno moral y social, uno histórico, uno religioso,
uno arquitectónico, uno de utensilios, uno cósmico y de la naturaleza, uno
culinario y sobre todo uno poético y literario.
La
ceremonia de té también es la representación de una danza, imperceptible para
un no conocedor, donde anfitrión e invitados participan. El invitado, al llegar
a la cita, deja sus zapatos y pertenencias para calzar unas ligeras sandalias
tejidas con paja de trigo o arroz. Registra su nombre con un pincel en un
cuaderno e irá a un cuarto de espera.
En
ese cuarto se reúnen todos los invitados, uno por uno se arrodillarán ante la
caligrafía de un poema clásico o una pintura que el anfitrión ha colocado para
la ocasión. Después, en círculo, beberán en una pequeña taza de porcelana de
estilo chino un té de aromas floral (a veces es solo agua) frío o caliente
(según la estación del año) que limpiará su paladar… y mucho más!!
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